'Sombras son las gente y nada más'

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Por: Daniel Lopera


Eso cantaba Rubén Blades en Plantación adentro refiriéndose a los esclavos que trabajan en los campos de cultivo. En su canción detalla claramente que la muerte de uno de ellos no significaba nada para su asesino. “Camilo Manrique falleció/por golpes que daba el mayoral/y fue sepultado sin llorar ¡Ja!/una cruz de palo y nada más”. El asesino, en ese caso un hombre blanco, abusaba de su privilegio para demostrar su impunidad.

El maleante, el corrupto y el criminal, no le tiene miedo a la ley, le tiene miedo a su verdugo. Y en nuestro país, ese verdugo es pobre, débil y corrupto. Separemos esos tres adjetivos.

El verdugo es pobre, porque quienes asignan el presupuesto así lo quieren. Hasta la última vez que revisé, el Órgano Judicial tenía menos presupuesto que el Despacho de la Primera Dama (que en la ley no es más que una secretaría del Ministerio de la Presidencia). El verdugo es débil porque es susceptible a presiones por parte de quienes ostentan el poder. Y el verdugo es corrupto porque se deja corromper por quien dé con el monto que logre doblar su voluntad.

Escapa de mi posibilidad imaginativa quién en su sano juicio querría ser fiscal en este país. Un trabajo mal pagado, completamente irrespetado, y enfrentado constantemente a personas que no solo creen, sino que saben, que suficiente dinero o poder puede sacarlos de sus problemas.

Con esto no quiero exculpar la inoperancia y la corrupción que pueda haber dentro del Ministerio Público. De hecho, la condeno, pero un sistema donde el poder político y el poder económico pueden avasallar completamente a un sistema de justicia doblegado y sin recursos, garantiza la impunidad y la diferencia entre ciudadanos que pueden acceder a la justicia y aquellos que no.

Y luego llegamos al Órgano Judicial, donde hemos visto en los últimos años cómo salen de la Corte Suprema de Justicia por la puerta de atrás magistrados (incluso uno que fue presidente de este poder del Estado) en medio de escándalos de corrupción y escándalos criminales, redes de arreglo de jurados de conciencia y poca confianza en la decisión de jueces.

No es un tema de respetar los fallos, los fallos se respetan porque se hacen efectivos, pero la confianza en el sistema no se puede arreglar con una carta amenazante por parte de los mismos jueces, de arregla cuando los fallos van en consonancia con las expectativas de justicia que tiene la sociedad.

Venta de fallos, corrupción, tráfico de influencias, todos síntomas de un fallo sistémico en nuestro sistema de gobierno y de justicia. Si seguimos así, los de menos recursos, los ciudadanos que no podemos o no queremos entrar en ese sistema corrupto, seremos, como dice Rubén Blades, “sombras y nada más”

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