Por: Leah Cedeño de Boersner
Mi padre tiene ya dos semanas hospitalizado en la Caja de Seguro Social (CSS) presentando un cuadro cardíaco delicado, esto sumado a su condición de paciente renal. La razón por la cual no se ha tomado una decisión médica sobre su caso es porque la máquina para realizar la evaluación indicada está dañada, sin que se tenga absolutamente ninguna esperanza de que sea reparada en el corto ni en el mediano plazo. Por ahora mi padre está aparentemente ‘sentenciado’ a una larga hospitalización y, por ende, a la desidia, las deficiencias y el maltrato general y habitual que abunda en esa institución.
En tres años de seguimiento a la enfermedad de mi papá, lo más frustrante ha sido lidiar con la falta de medicamentos, la falta de reactivos para los exámenes, la falta de camas y las largas estadías en camillas en pasillos que parecen más bien los de un hospital de campo de guerra de antaño.
Hasta en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), que por cierto es de las mejores en el país y en la cual los pacientes no carecen de equipos sofisticados y médicos de primera línea, el trato por parte de algunos miembros del personal es nefasto. Conocemos de primera mano historias de pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos que han recibido nalgadas por parte de enfermeras ‘hartas’ de limpiarlos.
Pienso, sin duda alguna, que esto raya en una violación flagrante de los derechos humanos más básicos, y un ataque despiadado a la dignidad del ser humano. Solo hay que sentarse allí un día para ver cómo la institución le roba hasta la esperanza a los pacientes. Solo hay que hablar y escuchar los cuentos de horror, de desespero y de abandono para entenderlo. En ese infierno se negocian medicinas, camas y citas para acceso a equipos escasos; es decir, se negocian las vidas de seres humanos, de panameños enfermos. Tan fácil como eso, y lo digo sin temor a exagerar, pues lo he vivido y lo he visto todo. Aun así, me rehúso a perder la esperanza.
Los asegurados merecen un sistema de salud y de jubilación que funcione. Los que están allí han pagado los servicios de la Caja de Seguro Social con el sudor de sus frentes. No le han regalado ese derecho a acceso a un cuidado médico eficiente, digno y efectivo. Ni hablar de su derecho a una jubilación adecuada. ¡Aunque para ello tengamos primero que sobrevivir!
El tiempo pasa, las palabras y las promesas electorales se las lleva el viento, y esto no mejora. ¡Y los panameños seguimos padeciendo!
No les pido, sino que les lanzo un reto a los diputados de la Asamblea Nacional y al presidente, que vayan a dirigir el destino de los panameños por el próximo quinquenio, que dejen atrás la politiquería, la corrupción, y esos egos monstruosos, y se aboquen a cumplir con los panameños que los eligen. Que cumplan con su rol de legislar y velar por el bienestar colectivo. Que se dediquen a salvar las vidas, la dignidad y la esperanza de los panameños que tienen la mala fortuna de caer en ese hueco sin fondo que es la Caja de Seguro Social.
La autora es directiva de Movin y analista de Políticas de Gobierno Abierto.
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