¡No se vayan!

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Por: Annette Planells

 

Hemos vivido una experiencia única. Más allá de las creencias personales, la visita de miles de jóvenes de alrededor del mundo, nos ha permitido volver a soñar. Soñar con una sociedad más humana, una sociedad centrada en el individuo, donde todos nos ayudamos para ser felices.

Una sociedad que levanta a los que no pueden sostenerse, que ayuda a los jóvenes extraviados para que lleguen sanos y salvos a su destino, que devuelve celulares y billeteras perdidas, que se esfuerza para que un pasaporte extraviado llegue nuevamente a su dueño, una sociedad donde las buenas acciones pasan a ser la regla y no la excepción.

Muchos estaban escépticos sobre las incomodidades temporales que traería el evento de la JMJ, los tranques, la falta de agua o luz, la saturación de la señal del celular; incluso, de algunos que aprovecharan este esceptisismo para política electorera. Lo cierto es que la experiencia fue calando en más de uno, tanto que al final hasta coreaban “somos la juventud del papa”.

La JMJ ha sacado lo mejor de nosotros como sociedad, y los mensajes del papa Francisco han sido directos, pertinentes y oportunos. Verlo pisar el suelo patrio nos hizo olvidar la alfombra y las tarimas... ya habrá tiempo para investigar. Es innegable el carisma del papa Francisco y cómo nos hace sentir, pues cada palabra nos la dice y la sentimos de manera tan personal. Esperamos todos que su mensaje no caiga en saco roto; que su visita no quede en un selfi o en un rosario bendecido, que sus palabras transformen nuestra sociedad. Quizás nos faltó llevar al papa Francisco a la Asamblea para que los diputados asistieran y discutieran los proyectos de ley que tienen pendientes, y las ratificaciones (o no) de los postulados a magistrados y suplentes. Nos faltó imitar la sencillez de los carros que escogió utilizar, en contraste con la gran cantidad de camionetas de los escoltas. Nos faltó aprovechar su visita para llevarlo a la Corte Suprema de Justicia y que les recordara a los magistrados su compromiso de realizar su labor esencial: “la de restablecer la justicia, sin la cual no hay orden ni paz social”.

Mientras el papa, frente a los diputados y funcionarios, decía que la política “es una invitación a vivir con austeridad y transparencia, llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción“, pensaba yo en las planillas, los viajes, los sobreprecios, las federaciones deportivas, los enriquecimientos injustificados. Me preguntaba: ¿entenderán los políticos el llamado del papa? ¡No se vayan peregrinos! Su presencia hace que seamos mejores personas, saca la mejor versión de nosotros; nos devuelve la esperanza de vivir en una sociedad más justa, con oportunidades para todos. Más allá de la tolerancia, nos devuelve la esperanza de celebrar nuestras diferencias y vivir en paz.

¿Cómo hacer para que todo esto perdure? Pues depende de cada uno de nosotros. Ya demostramos que somos capaces de vivir por encima de nuestras diferencias y de mostrar al mundo una actitud de respeto, hospitalidad y decencia. Ahora demostrémoslo en los escenarios políticos, en la gestión transparente de la cosa pública, en un actuar de ciudadanos responsables, interesados en el futuro de nuestras generaciones.

La autora es miembro de Movin y conductora del programa ‘Sal y Pimienta’.

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